04

Lo que se mueve por dentro

lo que

se mueve por dentro

El impacto de la desinformación no se limita a lo que las personas jóvenes saben, sino a lo que sienten.

 

A lo largo del bloque se examinan las consecuencias emocionales de convivir con un flujo incesante de contenidos inciertos: frustración, ansiedad, agotamiento mental y la sospecha permanente de ser engañados.

 

La desconexión aparece como una estrategia de autocuidado que, sin embargo, conlleva alejarse del debate público, mientras emergen demandas claras de apoyo, herramientas y formación para gestionar un entorno que desgasta el bienestar emocional.

El 67% no confía plenamente en la información que encuentra en redes.

Esa desconfianza no es apatía, sino un signo de agotamiento cognitivo:

la necesidad de comprobarlo todo y la sospecha constante de ser engañados

La desinformación impacta directamente

en el bienestar emocional.

Un 55% se siente confundido o decepcionado al descubrir un bulo;

un 63%, frustrado por verlos circular;

un 54%, impotente.

 

Casi la mitad (42%) experimenta agotamiento mental tras usar redes,

y un 35% siente ansiedad ante la posibilidad de recibir noticias falsas.

La desconexión se ha vuelto un refugio.

El 31,6% ha dejado temporalmente las redes por saturación;

un 40% se lo ha planteado.

 

Desconectarse es una forma de cuidado, pero también implica alejarse del debate público.

 

Lo que empieza como descanso digital puede acabar en distancia cívica.

La juventud

quiere herramientas

para defenderse.

El 72,5% confía en los verificadores y el 63% desea aprender a identificar bulos.

 

Más de la mitad cree que su centro educativo o su trabajo debería ofrecer formación sobre desinformación, y el 40% participaría en talleres.

La responsabilidad

se proyecta hacia

las plataformas.

El 72,6% reclama que las redes adviertan cuando una información es dudosa, y el 67,6% considera que no están haciendo lo suficiente.

 

Para el 28,9%, las plataformas deben liderar la respuesta, seguidas de los medios (23,3%) y el Gobierno (21,8%).

Los jóvenes piden entornos más seguros, donde la carga de distinguir

la verdad no recaiga solo en el usuario.

Descarga el estudio

Un estudio elaborado por:

En colaboración con:

01

Introducción

02

Metodología

03

Entre titulares

y pantallas

04

Lo que se mueve

por dentro

05

Cuando la confianza

se resquebraja

06

Equipo

Descarga el estudio

04

Lo que se mueve por dentro

LO QUE

SE MUEVE

POR DENTRO

El impacto de la desinformación no se limita a lo que las personas jóvenes saben, sino a lo que sienten.

 

A lo largo del bloque se examinan las consecuencias emocionales de convivir con un flujo incesante de contenidos inciertos: frustración, ansiedad, agotamiento mental y la sospecha permanente de ser engañados.

 

La desconexión aparece como una estrategia de autocuidado que, sin embargo, conlleva alejarse del debate público, mientras emergen demandas claras de apoyo, herramientas y formación para gestionar un entorno que desgasta el bienestar emocional.

El 67% no confía plenamente en la información que encuentra en redes.

Esa desconfianza no es apatía, sino un signo de agotamiento cognitivo:

la necesidad de comprobarlo todo y la sospecha constante de ser engañados

La desinformación impacta directamente

en el bienestar emocional.

Un 55% se siente confundido o decepcionado al descubrir un bulo;

un 63%, frustrado por verlos circular; un 54%, impotente.

 

Casi la mitad (42%) experimenta agotamiento mental tras usar redes,

y un 35% siente ansiedad ante la posibilidad de recibir noticias falsas.

La desconexión se ha vuelto un refugio.

El 31,6% ha dejado temporalmente las redes por saturación;

un 40% se lo ha planteado.

 

Desconectarse es una forma de cuidado, pero también implica alejarse del debate público.

 

Lo que empieza como descanso digital puede acabar en distancia cívica.

La juventud quiere herramientas

para defenderse.

El 72,5% confía en los verificadores y el 63% desea aprender a identificar bulos.

 

Más de la mitad cree que su centro educativo o su trabajo debería ofrecer formación sobre desinformación, y el 40% participaría en talleres.

La responsabilidad

se proyecta hacia

las plataformas.

El 72,6% reclama que las redes adviertan cuando una información es dudosa,

y el 67,6% considera que no están haciendo lo suficiente.

 

Para el 28,9%, las plataformas deben liderar la respuesta, seguidas

de los medios (23,3%) y el Gobierno (21,8%).

Los jóvenes piden entornos más seguros, donde la carga de distinguir

la verdad no recaiga solo en el usuario.

Un estudio elaborado por:

En colaboración con: